Como en sus años de oposición, Andrés Manuel López Obrador volvió a la calle, con una marcha multitudinaria que inició en el Ángel de la Independencia y desembocó en el Zócalo de la Ciudad de México.
Fue una marcha en respuesta a la marcha realizada quince días antes por el bloque opositor que comanda el empresario salinista Claudio X. González, la manifestación organizada en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE).
La marcha lopezobradorista comenzó poco después de las 9 de la mañana y llegó al Zócalo casi a las tres de la tarde. Se prolongó muchísimo tiempo por una razón: toda la gente quería saludar al presidente de México.
Las imágenes fueron impresionantes, por momentos, impactantes. El presidente apenas podía caminar sobre Paseo de la Reforma. La multitud se lo impedía.
En las dos primeras horas, López Obrador apenas había avanzado unos metros de los cuatro kilómetros y medio que tenía que recorrer por la gran cantidad de ciudadanos que querían tomarse una fotografía con él o porque querían comentarle algo, una frase de apoyo, una solicitud, una petición.
Por momentos, durante el recorrido, parecía que las cosas se salían de control, que el cuerpo de seguridad del presidente era rebasado por la multitud. Incluso, hubo un intento de sacarlo en un automóvil Jetta color blanco.
Sin embargo, el presidente de la república siguió su recorrido, una caminata que se prolongó por casi seis horas.
De acuerdo con lo programado por los organizadores, a las once de la mañana el presidente debía estar llegando a la plancha del Zócalo para rendir su cuarto informe de gobierno desde el escenario que se montó. Ante el lento avance, llegó cuatro horas después de lo planeado, hasta las tres de la tarde.
Eso provocó que el Zócalo no se llenara. Contra todo pronóstico, el Zócalo no se llenó. El motivo fue evidente: después de seis horas, la gente se cansó. La marcha se prolongó demasiado tiempo. Muchos simpatizantes del obradorismo prefirieron irse a comer, a descansar, a realizar sus actividades personales y familiares en un domingo con un sol a plenitud.
Al rendir su cuarto informe de gobierno, Andrés Manuel López Obrador no habló con el tono de ‘Las Mañaneras’. No, nada de eso. Habló de ‘rapidito’, enfático en puntos específicos como la economía sexenal en comparación con los tiempos del neoliberalismo.
El cuarto informe duró poco más de una hora y media. Fue una larga e intensa jornada, con una movilización de la izquierda nunca antes vista.
La marcha y el informe fueron como una inyección de vitalidad para el presidente de México. AMLO es un político hecho en la calle. Es un político de territorio y de poco escritorio. Ese fue el origen de su leyenda, eso será parte de la historia de su legado.
A diferencia de otros que prefieren las reuniones palaciegas y de alcurnia, López Obrador es un político que necesita estar en contacto con la gente.
Sus acérrimos críticos dirán que es un populista. No obstante, ese calificativo es demasiado simple y repetitivo para describir al presidente de la república.
Lo que se observó ayer durante ciertos pasajes de la marcha de los cuatro años de gobierno de la Cuarta Transformación recuerda, en parte, la conexión con las masas que tuvo el presidente Lázaro Cárdenas, una de las figuras históricas con las que se identifica plenamente Andrés Manuel López Obrador.
La marcha de AMLO fue, como ya se anotó, una respuesta directa a la marcha de la oposición en defensa del INE.
La marcha del presidente, la marcha del pueblo, la marcha de la Cuarta Transformación fue una demostración de fuerza política rumbo a la crucial elección de 2024, cuando se dispute, en un ambiente de polarización, el futuro del país.
En ese contexto, el presidente estuvo acompañado durante la marcha por ‘las corcholatas’, por los aspirantes a sucederlo en la silla principal de Palacio Nacional.
Caminando a un lado de López Obrador, estuvo Claudia Sheinbaum. Atrás del presidente, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández. A cierta distancia, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, quien sufrió un incidente con un ciudadano.
Correspondió a Claudia Sheinbaum, en su calidad de jefa de Gobierno de la Ciudad de México, anunciar que un millón 200 mil personas asistieron a la marcha.
Esa fue la cifra oficial. La realidad es que es imposible precisar cuánta gente acudió y, por tanto, esa cantidad manejada desde el oficialismo es desproporcionada. Eso sí, fue mucha gente, fueron miles, cientos de miles. ¿Acarreados? Sí, muchos, pero también muchos fueron por convicción propia, por esa ferviente fe que tienen en el obradorismo.
Otra realidad es que la marcha se comió el cuarto informe. Para los medios de comunicación, desde su óptica, la noticia fue la marcha.
Así fue: Andrés Manuel López Obrador volvió a la calle a encabezar una marcha, una marcha que dejó en claro que su movimiento se alista para mantenerse en el poder presidencial, por lo menos, seis años más.
Y PARA CERRAR…
Américo Villarreal Anaya, gobernador de Tamaulipas, participó en la marcha que encabezó el presidente Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México.
El mandatario tamaulipeco saludó al presidente de la república. Juntos se tomaron una fotografía en el Zócalo.
El doctor también saludó y se tomó fotos con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández.