La elección extraordinaria para cubrir la vacante en el Senado de la República que dejó la lamentable y trágica muerte del médico Faustino López es un proceso que nadie quiere afrontar por razones políticas y económicas.
Si bien la constitución y la ley general de instituciones y procedimientos electorales plantean la realización de una elección cuando se declara vacante una senaduría de mayoría relativa, las circunstancias actuales no favorecen a ninguno de los partidos políticos, ni siquiera al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Tampoco conviene a los actores políticos: el gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal Anaya, no tenía contemplado lidiar a finales de 2022 con las pasiones políticas que correspondían a la elección de 2024 y el futurismo hacia 2028.
¿Futurismo? Sí, claro. Los aspirantes morenistas quieren la candidatura a la senaduría vacante porque, para comenzar, en caso de ganar, podrían reelegirse en el proceso electoral de 2024 y, por tanto, en automático, se colocarían en la pista para buscar la nominación a gobernador del estado en la elección de 2028. Esa es la ruta.
Esa fue la razón por la cual Mario López, ‘La Borrega’, solicitó licencia para separarse de la presidencia municipal de Matamoros. Quiere ser senador, pero también quiere enfilarse hacia la gubernatura tamaulipeca que se disputará en seis años.
El problema que tiene ahora Mario López es que quedó en franco fuera de lugar al pedir licencia de la alcaldía matamorense cuando el Senado todavía no define cuándo se realizará la elección extraordinaria… si es que finalmente convoca a la elección.
Al respecto, ‘La Borrega’ debe aprender una lección política: las decisiones no se deben tomar bajo un estado de ansiedad. Take it easy.
Lo que sucedió con Mario López es un reflejo claro de cómo se adelantaron los tiempos en la competencia por una de las candidaturas al Senado. Los morenistas se alborotaron. Eso no estaba contemplado en la agenda del partido, ni del gobernador Américo Villarreal, ni del presidente Andrés Manuel López Obrador.
La elección extraordinaria tampoco estaba en la agenda de la oposición tamaulipeca. El PAN quedó muy golpeado después de perder la gubernatura en las urnas y en los tribunales. Su ‘estructura territorial’ se vino abajo, se desplomó a nivel estatal.
Por esa razón, sus principales figuras no quieren competir por la senaduría vacante. Chucho Nader, alcalde de Tampico; y César Verástegui, excandidato a gobernador, se descartan como candidatos. Saben perfectamente que perderían en una elección que, en caso de realizarse, tendrá una bajísima participación ciudadana (se calcula que ronde entre el 12 y el 15 por ciento del listado nominal).
Lo candidatura de Francisco García Cabeza de Vaca es una descarada mentira de René ‘El Cacharro’ Cantú. El presidente estatal del PAN sabe que el exgobernador no puede competir en la elección extraordinaria por la senaduría vacante. Como diría el dicho popular, trata de espantar con el petate del muerto.
¿Y los priistas? Bueno, en el PRI hay alguien que sí quiere competir: Ramiro Ramos Salinas, ex jefe de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado, en la segunda mitad del sexenio de Egidio Torre Cantú.
Ramiro está dispuesto a entrarle a la competencia aunque las condiciones y las circunstancias políticas y económicas no son tan favorables para la oposición.
El económico es otro factor que provoca una reacción negativa a la elección extraordinaria: ¿Para qué gastar tanto dinero en la realización de un proceso electoral para elegir a un solo senador que, para colmo, despacharía como tal poco más de un año?
La realidad es que la elección extraordinaria para cubrir la vacante en el Senado de la República no conviene a los partidos políticos, ni a los principales actores de la escena pública, salvo a pocos aspirantes que quieren hacer ruido.
Lo mejor sería que, en la siguiente reforma electoral, se contemplen cambios a ley general de instituciones y procedimientos electorales, y se cubra una senaduría de mayoría relativa vacante de otra forma, sin convocar a un proceso electoral, sobre todo si el periodo ya está por concluir.