Tras ser repatriados, los restos del periodista y revolucionario Catarino Erasmo Garza Rodríguez ya descansan en su tierra natal, en Matamoros, a escasos metros de la frontera con Estados Unidos.
Con un homenaje al tamaulipeco que se levantó en armas en contra de la dictadura de Porfirio Díaz el 15 de septiembre de 1891, el presidente Andrés Manuel López Obrador visitó por última vez Tamaulipas, estado en el que dejó huella.
Fueron doce las visitas que realizó AMLO durante los casi dos años que tiene Américo Villarreal Anaya en la gubernatura tamaulipeca. Desde el inicio, el apoyo presidencial se dejó sentir a favor de la construcción de la 4T en las tierras del Nuevo Santander.
La última visita, la de ayer, tuvo uno de los sellos característicos de la Cuarta Transformación enarbolada por el presidente López Obrador: el rescate de una figura revolucionaria que había sido olvidada, Catarino Garza.
La recuperación de los restos se trata de algo más que un rescate y de la reivindicación de un personaje que se adelantó casi 20 años a la revolución encabezada por Francisco I. Madero. Se trata de la preservación de la memoria de un país, de la memoria por la lucha social.
Al hablar de Catarino Garza, el presidente López Obrador explicó por qué se interesó en la vida de este revolucionario, prácticamente un héroe anónimo.
Cuando escribía el libro ‘Neoporfirismo’, se topó con el nombre de Catarino Garza en su investigación sobre el régimen dictatorial de Porfirio Díaz. El idealismo del periodista y revolucionario atrapó a AMLO.
Para conocer más a Catarino Garza, el presidente de México recomendó leer a dos historiadores: Celso Garza y José C. Valadés (cuyo libro, ‘El porfirismo, historia de un régimen’, fue citado ayer en esta columna).
Tras los discursos, entre ellos el del gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal Anaya, y de la presidenta electa Claudia Sheinbaum, se montó la tradicional guardia de honor en torno a la escultura de Catarino Erasmo Garza Rodríguez. Posteriormente, Carlos Tijerina, bisnieto del revolucionario tamaulipeco, depositó los restos debajo de la efigie, hecha, por cierto, por el escultor Pedro Reyes.
Como se esperaba, el presidente López Obrador llegó con varios integrantes de su gabinete: Luis Cresencio Sandoval, de la Defensa Nacional; Rafael Ojeda Durán, de la Marina; Luisa María Alcalde, secretaria de Gobernación; Leticia Ramírez, de Educación Pública; Alejandro Gertz Manero, fiscal general de la república; Laura Elena Carrillo Cubillas, subsecretaria para América Latina y el Caribe de la Secretaría de Relaciones Exteriores; Laura Beatriz Moreno Rodríguez, embajadora de México en Chile; y Diego Prieto Hernández, director del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Junto al presidente Andrés Manuel López Obrador, estuvo su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, quien se llevó los titulares de los medios digitales al responder a los gritos de ‘¡dictador! que expresaba un grupo de integrantes del personal del Poder Judicial.
¿Cuál fue la respuesta de Beatriz Gutiérrez Müller? Los dejó prácticamente callados con una frase contundente e inteligente: ‘Para dictadores, Porfirio Díaz’.
LA FRASE DEL HISTORIADOR PEDRO SALMERÓN EN ‘LA MAÑANERA’
A diferencia de muchos políticos mexicanos que se regodean en una grotesca ignorancia, Andrés Manuel López Obrador gusta de la lectura y, en particular, de la lectura de la historia, de la historia de México.
Por supuesto, su lectura es la de un político profesional, la de un personaje que se ha dedicado prácticamente toda su vida adulta a la actividad política, la de un hombre que ejerció el poder durante un sexenio que denominó, precisamente por esa visión histórica, de la Cuarta Transformación.
Es decir, Andrés Manuel López Obrador sabe a la perfección que la historia proporciona múltiples lecciones a la actividad política.
Eso se puede interpretar de la siguiente forma: las batallas políticas también se libran en el campo de la historia. López Obrador lo entiende mejor que nadie en este país.
Justo un mes después de que el tabasqueño tomara protesta como presidente de México, en enero de 2019, Enrique Krauze, ideólogo de la derecha mexicana y uno de los más férreos críticos de AMLO, escribió un ensayo en su revista ‘Letras Libres’ titulado ‘El presidente historiador’.
El ensayo es una ‘revisión’ crítica de algunos de los libros escritos por López Obrador, entre ellos, ‘El Neoporfirismo’ y ‘Catarino Erasmo Garza Rodríguez, ¿revolucionario o bandido?’. Por supuesto, Krauze se lanza con todo en contra del análisis histórico realizado por el fundador del Movimiento de Regeneración Nacional.
Sin embargo, como suele suceder con Enrique Krauze, tergiversado su diagnóstico por sus fobias, se equivoca en el pronóstico: Andrés Manuel López Obrador no buscó finalmente su reelección al final de su sexenio, tal como lo trata de dar a entender en su ensayo (escrito, se reitera, en enero de 2019) el director de la revista ‘Letras Libres’ y autor del libro ‘Por una democracia sin adjetivos’.
Por tanto, se infiere que Krauze utilizó el título de ‘El presidente historiador’ con tono burlón, en un intento por demeritar el análisis y la investigación realizada por López Obrador para escribir sus libros.
Esa posición de Enrique Krauze contrasta con lo sucedido ayer en la conferencia ‘Mañanera’ con la intervención del historiador Pedro Salmerón, identificado plenamente con la bandera y la visión de la 4T.
Tras anunciar que está próximo a ser entregado el nuevo edificio del Archivo General Agrario, del que es director, Pedro Salmerón calificó -con un tono de elogio- a Andrés Manuel López Obrador como ‘presidente historiador’.
¿Es López Obrador un ‘presidente historiador’? Sí, lo es.
Por supuesto, su actividad central ha sido la política. Esa fue su vocación, ese fue su trabajo. AMLO es un político con identidad propia, con un estilo muy personal. Pero esa chamba está a punto de concluir.
De hecho, será, a partir del próximo primero de octubre, un expresidente historiador, un ex primer mandatario que se dedicará a escribir, entre otras cosas, de historia, en la tranquilidad de su rancho.
Y PARA CERRAR…
Apenas va llegando a la dirección del Instituto Tecnológico de Ciudad Madero y Juan Dionisio Cruz Guerrero, controvertido esposo de la diputada local morenista Úrsula Patricia Salazar Mojica, ya desató el primer escándalo.